viernes, 11 de julio de 2014

La España que quiero

Estamos rodeados de paro, pobreza, desahucios, corrupción, enchufismo, indignación, abusos de poder, mentiras, desconfianza, recelos y egoísmo.



Esta no es la España que yo quiero.

¿Cómo vive la crisis un joven de 18 años? Reconozco que no me hallo en las situaciones límite de muchas personas en nuestro país, pero sí que observo con impotencia todo lo que me rodea.
En mi caso concreto, vivo en una familia humilde. Mis padres llevan demasiado tiempo parados y en casa nos mantenemos de las becas. Mi última beca, incluso, no llegó en su totalidad (beca 6000 de la Junta de Andalucía), a pesar de cumplir los requisitos económicos y académicos con creces (nota media de bachiller de 8,4).
Ese cinturón apretado se expresa en una frustración que sufrimos todos. Los ánimos se ven resentidos.
En cuanto a la educación, me veo afectado por unos recortes que alimentan la competencia entre estudiantes, aumentan la exigencia y disminuyen tanto las prestaciones como la calidad de la enseñanza.
Observo impotente continuas noticias de profesores que se van al paro, de familias que no tienen para alimentarse, casos en aumento de desnutrición infantil, desahucios, indignación, manifestaciones multitudinarias cuya voz no escuchan... Sí, yo también me indigno. Me indigno al salir a la calle y ver una persona buscando en cada contenedor. Me frustra ver las lágrimas de madres que esperan en la cola de un banco de alimentos, frustradas y decepcionadas, preguntándose qué han hecho mal, sintiéndose inútiles.
Sinceramente, me siento afortunado. No me puedo quejar de nada y es que, la verdad, no me falta de nada. 
No obstante hay cosas que sí me gustaría que cambiasen:
Me gustaría poder sentirme más orgulloso de ser español. Me gustaría que nuestra imagen no fuese la de una monarquía impopular, unos políticos y "yernos" corruptos; un Bárcenas, un Camps, un Urdangarín, un Fabra, etc.
Me gustaría que el pueblo pudiese confiar más en la policía y dejase de verse golpeado por los antidisturbios cuando se reclaman a voz en grito los derechos de todos, los que poco a poco nos van quitando políticos, bancos y grandes entidades financieras.
Quisiera poder salir a la calle y ver las terrazas de los bares más llenas, que la gente vuelva a sonreír y a preocuparse menos. Dejar las agotadoras cuentas para los matemáticos, no para los parados que no llegan a final de mes. Quisiera que fuese menor la espera en esa interminable cola, que fuese más difícil despedir y más fácil contratar. Abandonar contratos basura, salarios miserables y esclavitud encubierta.
Quisiera escuchar más noticias de crecimiento que sustituyesen a las del empobrecimiento; dejar de oír sandeces sobre brotes verdes y promesas al viento. No quiero palabras, quiero resultados; no quiero un estudiaré, ¡quiero un aprobado!
Que los estudiantes veamos una salida y no una pérdida de tiempo, que perdamos el miedo, que tengamos motivos para luchar y esforzarnos; que no nos veamos obligados a abandonar nuestro país para levantar el ajeno; que Alemania y Estados Unidos ya se mantienen al alza.
Quiero un país en avance, en progreso; que nos deshagamos de los lastres políticos, culturales y económicos que nos hunden. ¡Fuera festividades sanguinarias, fuera leyes de blindaje político, fuera aforados, fuera favores para dos o tres!... ¡Fuera mentiras!
Quiero poder independizarme dentro de pocos años, y no tener que esperar a los treinta. Quiero poder llevar un sueldo a mi casa, no tener que depender de una pensión recortada, congelada y vuelta a recortar.

Sí... ya imagino que pensaréis que todo esto no es más que el idilio propio de un adolescente inexperto e iluso. Quizás no os dé el cómo, pero si el por qué. Pero sobre todo, el por quién: por todos. Por mí, por ti, por esa madre que llora, por el recién despedido, por los que se están asomando en contenedores, por los indignados, por los que ya no están y por los que están por venir...

¿Sabéis? Yo creo que no dependemos de una clase política. Somos más en espíritu y cantidad, y somos más en lucha, en empuje, en ganas... No nos quedemos de brazos cruzados echando la culpa a la ineptitud (obvia) de otros. No les necesitamos, nosotros podemos hacer que esto suba, nosotros podemos tirar del carro. Nuestra juventud se forma, nuestros adultos buscan y buscan, hasta que encuentren. Incluso los que no tienen, ayudan.

No os desaniméis, que podemos con esto y con lo que venga; porque saldremos de esta y sentiréis cómo el mérito ha sido todo vuestro, nuestro, de todos.

Llevad el ánimo y la motivación por bandera, haced lo que esté en vuestra mano por hacer de vuestro entorno algo mejor y dejad que lo demás venga.


***

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2 comentarios:

  1. Todos esos problemas sociales tienen un origen y muchos entendidos consideran que se debe, en parte, a una crisis de los valores sociales por los que una sociedad debería moverse. A nada que lo pienses, muchos de esos problemas tienen solución teórica; la dificultad está en llevarlos a la práctica porque en estos momentos priman los intereses individuales, los deseos personales... Pero por otro lado, también están surgiendo valores positivos, como la solidaridad, y eso también se ve (nuevos movimientos sociales, manifestaciones, el asociacionismo, el voluntariado...). Tampoco podemos esperar que esta situación se solucione de un día para otro; pero un cambio, por pequeño que sea, sí puede perdurar que es de lo que se trata y que éste, a su vez, fomente la aparición de otros muchos gestos.

    Quizás el primer paso sea ser conscientes de la realidad que nos rodea.
    Un gran post Leo.

    ¡Saludos!

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    Respuestas
    1. Gracias por comentar. Estoy totalmente de acuerdo. Creo que en parte deberíamos romper un poco con esa prevalencia de los intereses individuales. En mi opinión, la esperanza y el creer que sirve de algo o es posible ejerce una importante influencia a la hora de cambiar de actitud.
      En cualquier caso, espero contagiar un poco de optimismo para combatir tanto gris.
      Un saludo.

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