Cada vez damos más importancia a los "me gusta", los retweets, los follows, los tags y los favs. Lo peor de todo es que empezamos a olvidar el valor de las miradas, los gestos cómplices y esa energía oculta de conexión que enciende la mecha de lo imprevisible.
Mucho se discute actualmente sobre la creciente invasión de las redes sociales en nuestra vida cotidiana. Yo soy Leo Sarmed y hoy os voy a dar mi punto de vista.
Resulta obvio lo prácticas que resultan las nuevas formas de comunicación como Facebook, Whatsapp, Line, Telegram, Twitter, etc. Hoy en día podemos comunicarnos con otras personas instantáneamente con un coste nulo o casi nulo. Este hecho nos ha favorecido en cierta medida; ahorramos en tiempo y dinero, pero también tiene sus repercusiones negativas.
Una de las características de estas redes sociales es que te permite tener una cantidad de amigos mayor, es decir, más amplia que la habitual de tu entorno. Cuidar la apariencia y el agrado hacia los demás se ha ido convirtiendo, lamentablemente, en una prioridad. Así encontramos personas que persiguen followers en Twitter como si se tratase de agua en el desierto, grupos de Whatsapp con incansables y absurdas conversaciones sin contenido, fotos y fotos en Facebook o Instagram de la fecha de caducidad del yogur de "Pepito" o decenas y decenas de notificaciones en cualquiera de estos sitios.
Si nos paramos a pensarlo con detenimiento, hemos caído presos de la tecnología. Cada sonidito o cada llamada de atención de una notificación nueva atrae nuestro interés hacia la pantalla del móvil, el ordenador, la tablet o cualquier otro aparato similar.
Quizás sigamos sin ver el problema en todo ello. Para verlo, hay que retirar la vista de la pantalla y observar con detenimiento todo lo que nos estábamos perdiendo. No somos conscientes de lo que hay a nuestro alrededor mientras observamos sólo un pequeño tramo luminoso.
Yo soy consumidor de una gran parte de redes sociales. Es natural que de bastante uso a internet cuando tengo dos blogs y me gusta comentar canales de youtube o blogs y mantener una cierta actividad en las redes. No obstante, considero vital desconectar de vez en cuando, dar un paseo, ir a comer fuera, hacer deporte o, extraordinariamente, proponerte lo impredecible fuera de casa, conocer a alguien sin necesidad de enviarle una petición virtual.
Aunque no lo creáis, los seres humanos podemos ser extraordinarios, pero lo demostramos fuera, al apagar los monitores, al "desenchufarnos", al liberarnos de todas estas cadenas tecnológicas.
¿Mi propuesta? Apágalo todo durante un día, desactiva el wifi de tu móvil y vive lo real. Piérdete en una conversación en la que tus dedos descansen, piérdete en algún juego de miradas o piérdete en algún querer extraño.
Como siempre digo, tu destino lo controlas tú y, sinceramente, dudo que quieras una vida conectado permanentemente a un aparato que te atrapa cada vez más.
Quisiera dejaros, a propósito de este tema, un vídeo que me ha llegado mucho. Estoy seguro de que no os dejará indiferente. Dicho vídeo muestra de otra forma lo que acabo de exponer aquí mismo. Espero que os guste:
Ciertamente me parece genial. ¿Qué opináis vosotros?
Quisiera despedirme con una última y breve reflexión: Nunca olvidéis que estáis vivos.
***
¿Os ha gustado esta reflexión? ¿Queréis que comparta más contenido similar? ¿Qué opináis sobre este tema? Tenéis toda una sección de comentarios para expresaros libremente. No hay censura de ningún tipo, aquí tú pones el límite. Me interesa conocer vuestras opiniones, vuestras sugerencias y puntos de vista.
Y... ya de paso, si crees que este mensaje debe llegar a más gente, compártelo.
Pues hasta aquí puedo leer. Muchas gracias por estar ahí, por leerme, apoyarme y formar parte de todo esto. Ahora espero mejorar, aunque sea un poco, mi contenido.
Un abrazo muy grande y os espero en la próxima entrada.
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