Déjame ser mala, déjame a mí llevar las riendas. Tú sólo escucha. Pienso narrarte despacio y sin prisas todo lo que pasa por mi mente ahora mismo. Recuerda, se trata de un juego, así que disfruta.
No voy a tocarte, no puedo hacerlo y lo sabes. Pero no te preocupes, puedo hacerte sentir hasta el punto que desees. Yo marco la historia y tú sus límites. ¿Te parece?
No voy a tocarte, no puedo hacerlo y lo sabes. Pero no te preocupes, puedo hacerte sentir hasta el punto que desees. Yo marco la historia y tú sus límites. ¿Te parece?
Déjame empezar por tu hombro derecho. Quisiera destaparlo ligeramente para acariciar tu piel. Ascender con mis dedos por tu cuello y pedirte que cierres los ojos. Laura, cierra los ojos un momento y siente cómo sube mi roce tan despacio. Sé que puedes notarlo.
No digas nada, déjate hacer. Continúo por el límite de tu mentón y me acerco a tus labios. Cierra los ojos, Laura. Siénteme ahora tierna para besarte. Será rápido. Luego volveré a tu hombro antes de librarte de esa holgada blusa. ¿Sabes? Te quiero desnuda, pero te desnudaré sin prisa, como si el tiempo mismo se detuviese a momentos para nosotras dos.
Mejor te lo susurro al oído, más cerca aún para que mi voz acaricie con mayor intimidad tus sentidos. Imagíname arrodillada ante ti besando tu vientre. Laura, imagíname arrodillada ante ti probando tu piel. Sin dejar de besarte desabrochando tu sujetador; mis manos en tu espalda ascendiendo lentamente hasta alcanzar los hombros y deslizar los tirantes, dejándolos caer.
Así, semidesnuda ante mí... Te pido que te desprendas de los pantalones vaqueros y te quedes con una sola prenda, tan delicada y expuesta a mí. Te miro, ahora con algo más de distancia. Me gusta, me gustas. El tiempo se detiene entonces en medio de nuestra guerra de miradas. Tus pupilas encendidas se clavan en las mías. Lo sé, algo de todo esto te empieza a activar; te sientes deseada por mi forma de beberme cada centímetro de tu piel sin tan siquiera acercarme un palmo. Laura, sabes que cuando me acerque a ti será para desnudarte completamente y permaneces a la espera de que eso ocurra, pero no tan rápido, pienso recrearme en todo lo que hago.
Doy vueltas a tu alrededor como ahondando en los detalles. Me fijo en cómo tu pelo cae ondulado por tu espalda y tus hombros. Doy un par de pasos hacia adelante y pronto estoy pegada a tu espalda. Me gusta seguir explicando mis fantasías contra tu nuca mientras adelanto ambas manos por tu cintura hasta abrazar por completo tu torso. Te beso el cuello suavemente, libero algún mordisco improvisado y repito.
Suspiras, cierras los ojos de nuevo y dejas que guíe una de tus manos hacia mí. Ambas en ropa interior; esta es mi fantasía pero se empieza a convertir también en la tuya. Sientes algo de calor en mi prenda. Sí, estoy húmeda.
“Laura, estoy cachonda”, te insinúo entre dientes como incapaz de contenerme.
Oriento tus dedos hacia el límite de mi ropa interior. Te excita estar al límite, pero yo no iba a ser menos. Dejo caer mis manos por tu vientre hasta tu sexo. Toco un poco la tela y acto seguido deslizo un dedo por el filo de la misma para notarte también húmeda y lista para todo tipo de perversiones.
Nos tocamos el sexo mutuamente, introduciendo primero un dedo entre los labios y después otro. Mi respiración se agita, al igual que hace la tuya. No puedes más... te estás perdiendo en todo este cúmulo de acontecimientos. Acerco mis labios a tu oído desde atrás y empiezo a susurrarte otra vez: “Tócame Laura, así... muy bien”. Me encanta cómo lo haces y no quiero que pares. Te detengo tan sólo un instante, el tiempo suficiente para girarte y ponerte pegada contra mí. Te beso, no puedo evitarlo. Agarro frenéticamente tu mano y la llevo una vez más a mi sexo.
Sigues masturbándome con la mano oculta en mi ropa interior. No puedo estar más húmeda, lista para ti, para gozar para ti.
Te desnudo en medio de un arrebato improvisado. Aún vestida, sujeto tus caderas y las junto con las mías. Te miro con picardía, insinuando sin pronunciar palabra lo que en adelante haremos. Me desnudo yo también, situándome de medio lado y realzando mi figura en cada movimiento. Quiero que me mires, que me desees. Laura, quiero que tú también te bebas mi piel sorbo a sorbo, como si de un buen vino se tratase.
Repito lo anterior juntando nuestros cuerpos, pegados por vientre, pecho y sexos. Me sientes caliente, muy caliente. Vuelvo a besarte con calma. Pruebo tus labios con sumo gusto; recorro el inferior con la lengua y lo muerdo antes de lamer el superior. Tus manos se pierden entretanto por todo mi cuerpo. Como si no supieses dónde tocarme, deambulas por entre mis pechos, mi cintura, mi trasero, mi espalda entera... El tacto de tus manos en mi piel me produce dulces escalofríos que no puedo controlar. Se apoderan de mí, te apoderas tú de mí y no puedo negarlo, me encanta.
Desatada, me llevas contra la pared. Mis ojos y los tuyos se enfrentan a escasos centímetros de distancia y rápidamente bajas una mano a mi zona íntima. Vuelves a masturbarme, pero esta vez con mayor intensidad, rápido, sin miramientos. Libero gemidos intermitentes por la sorpresa y el juego de tus dedos en el epicentro de mi placer. Cierro los ojos y escucho cómo suena la música del placer.
“Sí... sigue”. Sin saber cómo, habías tomado las riendas de toda esta fantasía. Me dejo hacer durante varios minutos, quizás horas, no sé. No quiero frenarte pero lo hago. Me toca a mí hacerte gozar. Te llevo a la cama y te tumbo en ella. Me siento a horcajadas sobre ti y llevo todo mi pelo hacia un lado para que caiga sobre mi pecho. Te miro de forma sugerente mientras me llevo un par de dedos a la boca y permanezco atenta a cada una de tus señales. Aquí sobran las palabras, pero nos entendemos a la perfección. ¿Has oído hablar del lenguaje de la cama?
Llevo los dedos de mi boca a tu sexo y empiezo a tocarlo suavemente. A la par, comienzo a masturbarme con la otra mano estirando mi cuerpo con lascivia para tu deleite. Alzas una mano para tocarme el pecho y yo incremento el ritmo de mi masturbación. Lo hago de forma acompasada, tocando ambos sexos a la vez con esmero. Te gusta, te pone... Puedo verlo en tu mirada, en tu forma de vibrar a ratos para mí.
Empezamos a sudar y ya te noto algo tensa. Encontré el punto ideal de tu anatomía y no dejo de estimularlo. A ratos te dirijo algunas palabras cargadas de sexo; simplemente... sexo. Muevo mis caderas encima de tu vientre mientras mantengo el ritmo de las masturbaciones. Acaricias el interior de mi muslo izquierdo con la mano que antes pellizcaba mi pezón erecto y subes desde la rodilla hasta el encuentro con mi mano. Primero la tocas sutilmente, pero luego me la retiras para tomar el relevo. Ahora nuestras masturbaciones vuelven a sonar a calor y placer. Me tenso rápidamente y veo que te das cuenta de ello. Esto se convierte en un juego de diálogos ocultos y de satisfacción en aumento.
“Nena, me corro” Gimoteo con el gesto contraído y ligeramente inclinado hacia arriba. Me incitas a que lo haga y, efectivamente, me dejo llevar. Todo se intensifica, pero no sólo para mí. Nos corremos juntas, pude sentir tus contracciones de placer y tu posterior atisbo de calma.
Caigo rendida junto a tus suspiros y me abrazo a tu calor. Varios minutos de silencio y otro par de besos tras la vorágine que se había desatado en nuestros cuerpos.
¿Sabes qué? Aún tengo ganas de más, así que me acerco a insinuarte:
“Esto todavía no ha acabado...”
Continuará...
© Leo Sarmed. 2015.
Relato dedicado a @LauritaCampos_
*Si quieres un relato personalizado, público o privado, contacta conmigo: leo.sarmed@gmail.com
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