De pronto
llega un día en el que te das cuenta de que la vida te ha enseñado a estimar a
aquellos que merecen la pena. Descubres que las promesas son sólo eso,
promesas. Que las estrellas pertenecen a un cielo imposible y sólo te queda
observarlas desde la distancia. Aprendes que son los valores, los actos y los
sentimientos los que de verdad importan.
Día a día te
vas dando cuenta de quién está a tu lado, quién te acompaña realmente en tu
camino, en tus risas y tus llantos, en tus “pude” y en tus “podré”.
Y es que en
este mundo no hay marcha atrás, no hay repeticiones ni segundos intentos. En
tus errores se hallan las huellas de lo aprendido tanto como las lágrimas de lo
llorado.
Sí... aprendí
que quien te quiere te escucha, que quien te quiere no te revelará secretos del
mañana sino que te mostrará las maravillas del hoy, de cada hoy.
No creas que
soñar es vivir un sueño, mas la magia se encuentra en un presente infinito y
eterno, en perder momentáneamente la noción del tiempo y creerse aislado de
toda existencia posible. ¿Sabes? Eso es para mí el amor: perderte hasta a ti mismo
por una ocasión.
¿Todo lo
demás? Bellos recuerdos.
Esta vida no
es un cuento ni tiene final feliz. El aprecio se demuestra borrando todo final,
todo desenlace. Y se puede... sé que se puede.
Esto no es una
canción ni un poema. Aquí exhibo el valle oculto de mi alma, ese sendero
precioso que conduce al lago mismo de mis lágrimas.
Cariño son
abrazos, miradas, suspiros... pero no sólo eso. El cariño es el pensamiento
cuando el ser querido no está; es el silencio, un mordisco en la lengua, el
deseo perpetuo de su felicidad o los relatos nostálgicos que recuerdan saludos
y despedidas tanto como sonrisas deprimidas.
Muchas veces
me pregunté sobre la sinceridad del sentimiento. El sentimiento no miente ni
hiere, no llora ni siente. El sentimiento... no existe. Existen los momentos,
existen las pasiones, las personas y sus recuerdos.
Llámalo como
quieras... yo no pongo nombre a aquello en lo que no creo, porque supondría
alimentar con pienso barato las fantasías de ilusos y desamparados que confían
en historias escritas por un romántico cualquiera.
Que bella
lección aprendí al saberme vivo, al saberme apreciado y al saberme, en parte,
eterno. Porque eterno es el recuerdo, eternos los hechos y eternas las letras
que pienso. Y por eterno, hasta las caricias de cuantos me quisieron, los
versos que me recita el viento y el agradecimiento a mis amaneceres.
En definitiva,
aprendí que quien te quiere te perdona, te alimenta el alma, llena tu presente
y vacía de fantasmas tu mente, te espera, te piensa, te demuestra lo que calla
y a pesar de la distancia, te abraza.
Pero ante
todo, quien te quiere realmente, se entrega de lleno a la eternidad...
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